viernes, 2 de abril de 2021

¿Crees en la magia?

¿Hasta cuándo creer en las hadas? Si me haces esta pregunta, yo tengo clarísima la respuesta. Sin debates… por siempre.

Hace poco, a mi hija de 10 años y medio… y un poquito, se le cayó una muela. Un molar. Es el 12º diente de leche que le cae. Si hacemos las cuentas, a 5€, el Señor Pérez ha invertido en la dentición familiar 60€. Y en breve le caerá su primer diente a mi hija pequeña. Poca aportación hace el roedor, teniendo en cuenta las facturas de los señores dentistas, o la inversión que hemos hecho en dentífrico y cepillos de dientes desde la aparición de la primera paleta de Júlia.

A lo que voy, que con tanta reflexión se me va de la cabeza lo que os quiero contar hoy. Hace poco, una pediatra muy conocida nos abría un turno de preguntas a sus followers en una red social. Y una familia le preguntaba  “¿Cuándo es la mejor edad para decirles la verdad sobre los Reyes Magos?” La respuesta de la especialista en medicina infantil fue: “¿Qué verdad? No sé a qué verdad te refieres. En mi casa cada año siguen viniendo como siempre”.

Pues, esta pregunta, unida al último acontecimiento dental de nuestro hogar, hace que me haga la siguiente reflexión… ¿Hasta qué edad los humanos creemos en las hadas? ¿O en los duendes? O voy más allá… En la suerte, amuletos mágicos, corazonadas, intuiciones, sextos sentidos…

En mi casa lo tenemos claro. Todas estas percepciones existen, pues las percibimos a diario. A veces hay cosas que te dan mala espina, y al final, tenías razón. No salen bien. Otras, te da un pálpito y aciertas. Aunque también erramos otro sin fin de ocasiones. Pero ¿y el aliciente de saber que puedes adivinar lo que va a ocurrir? ¿Y la emoción de la apuesta? ¿Acaso no se trata de sentir, de percibir, de disfrutar?

Exacto, la sensación de sentirnos vivos y jugar como niños, esa, la hemos percibido todos y nos encanta.

Por eso no se trata de un capricho querer que nuestros hijos disfruten con la ilusión, sino de ver el brillo en sus ojos cuando están viendo magia. Seguro que los magos podrían desvelarnos sus secretos pero, a los soñadores, nos gusta la sorpresa ante trucos imposibles, que nuestro cerebro no es capaz de creer.

La sugestión ayuda al cerebro humano a creer que es el azar quien hace que lo que deseas, ocurra. Cuando en realidad una parte de nosotros hace posible que las cosas ocurran, haciendo más hincapié en los movimientos que permiten favorecer el desenlace deseado de un hecho.

Para terminar esta reflexión, hoy no voy a daros tips, ni consejos, ni ayuda. Os voy a contar una historia increíble que me pasó a mí hace solo tres años, en el mes de enero de 2018. Cuando la he contado, me he emocionado y todavía hoy me brillan los ojos cuando leo de nuevo la carta a los Reyes de aquella navidad. Con esta historia solo quiero haceros reflexionar de algo crucial: Como decidas vivir los instantes, así será tu vida. Si disfrutas cada segundo con intensidad y magia, tu vida será intensamente mágica. O quizá solo pasen los días, sucediéndose uno tras otro sin más.

Era la navidad de 2017 y las niñas cogieron un gripazo enorme. Estuvieron prácticamente todas las navidades entre “Dalsy” y “Apiretal”. La fiebre era muy alta y costaba mucho bajársela. Primero Sofía. Luego la yaya, (mi abuela que tiene actualmente 90 años) bisabuela de mis peques, que incluso sufrió un desmayo y pérdida de conciencia con llamada al 112 incluida.

Se acababan las navidades y tras el fin de año, solo nos quedaba disfrutar de la noche más mágica. La noche de Reyes. En Alcoy se celebra una de las cabalgatas más antiguas (y más preciosa) de España, que cuenta actualmente con más de 136 desfiles oficiales documentados desde 1885. Cuidan al máximo todo tipo de detalles. Los trajes son preciosos. Los camellos y dromedarios portando a los Reyes dan un aire majestuoso a la cabalgata. Los pajes, ayudantes de los Reyes se tiznan de negro sus caras ocultándose al completo para no ser reconocidos y llevan un peculiar atuendo llamativo ante los ojos de cualquier niño alcoyano.


El día 4 de enero, tras escribir nuestras cartas a Sus Majestades, el Embajador Real desciende desde la montaña, en la que lleva días acampado, para comunicarnos que los Reyes acaban de llegar a la sierra de Mariola y dormirán en el Preventorio para descansar, leer nuestras cartas y poder traernos todo lo que hayamos pedido. Desde hace unos pocos años, nos permiten subir a su campamento el día 5 por la mañana, por turnos, y ver a los atareados pajes preparando nuestros paquetes. Podemos ver las jaimas donde comen y duermen nuestros embajadores de Oriente o las carpas de astronomía donde estudian las estrellas para llegar a los lugares más recónditos.

No dejes de leer que ahora viene lo mejor…

Como cada 4 de enero, yo eché mi carta a la Burrita (los buzones reales los portan unas burras que con mimo suben las cartas hasta los Reyes). Ese año era especial. No pedía nada material. Solo pedía ánimo para poder seguir tirando adelante.

Al día siguiente, con mis niñas y mis padres nos dispusimos a ver el Campamento Real, pero mi hija mayor, estaba con una fiebre alta y no se encontraba bien. La ilusión era más grande que su malestar, y a pesar de todo, subimos al Preventorio. Fue magia pura, ver en vivo y en directo, lo que tantos años me habían contado que pasaba allí arriba en la montaña. Cada vez que de pequeña, en navidad, cruzaba un puente, mi yaya me decía, “Mira, mira, esas luces son los Reyes, que te están viendo”. Y por fin, podía verlos yo a ellos. Mi mayor, iba sentándose en cada piedra, de mal que se encontraba. Y yo sufriendo de verla así, con ganas de acabar para meterla en la cama y, a la vez, ilusionada a más no poder de estar tan cerca de los Reyes. Cuando ya estábamos acabando, vimos un paje al que reconocimos. Una de mis primas, estaba ayudando a sus Majestades. Tras saludarla, seguimos el camino. 


Solo nos quedaba ver al Embajador Real, leyendo las cartas de los alcoyanos. Cuando de repente, mi hija pareció retornar a la vida. Se levantó de un salto y dijo: “¡mamá, tu carta!”. Yo le dije   “¿cómo que mi carta?”. De repente se levantó un golpe de viento, en un día tan claro y tranquilo como hacía y el viento empujó algunas cartas que tenían sobre la mesa. Y mi carta voló literalmente, cual paraguas de Mery Poppins, hasta casi mis pies. Entonces llamé al escriba, al ayudante del Embajador, y le dije que mi carta se les había volado y no la podrían leer. Que por favor, la recogiese y se la hiciese llegar a los Reyes.

 La tomó, le hice esta foto



 y me dijo: Tu carta es tan bonita que llevamos leyéndola toda la mañana (frente a los medios de comunicación que se acercaron a retransmitir el campamento por las televisiones locales y nacionales). Y añadió, ¿Quieres que cuando la hayan leído Ellos, te la devolvamos?­

Yo acepté encantada. Y aquella carta, de entre tantas y tantas, una vez leída, volvió a mí de manos de un paje.


La magia es disfrutar las casualidades como los momentos más hermosos que podemos vivir. Y tener la certeza, de que eso, no son casualidades sino magia. Las hadas hacen reales los sueños.

Por eso, cuando alguien me pregunta si creo en Papá Noel, los Reyes, el Ratón Pérez, las hadas o los duendes, siempre les digo que cómo no voy a creer si cada dos por tres les pido cosas y me las conceden. Además, seguro que os pasa como a mí en mi casa, que siempre aparece un regalo que nadie ha puesto en su lista, y no sabemos cómo ha llegado bajo el árbol. ¿No os pasado alguna vez?

¿Crees en la magia?

¿Hasta cuándo creer en las hadas? Si me haces esta pregunta, yo tengo clarísima la respuesta. Sin debates… por siempre. H ace poco, a mi h...